Gritos que inundan el silencio

Vivimos en un mundo que recibe golpes a diario, golpes que tratan de quebrarlo, de romperlo. Es la ideología del fanatismo, de lo mío y nada más, del no respetar e imponer por la fuerza...

Pero incluso entre toda esta oscuridad vestida de sangre, dolor y lágrimas, demasiadas lágrimas, el corazón de las personas se alza sobre todos estos actos atroces y reflejan la realidad que nos envuelve: solidaridad, respeto, deseos irrefrenables de ayudar y de hacer por el bien del prójimo y por encima de todo ello un amor descomunal por lo más duro y complejo que nos ofrece este mundo, la vida.

No es momento de condenar ni penalizar todas estas barbaries carentes de sentido y lógica algunos. Eso no es necesario, pues es demasiado obvio y bien sabido por todos, y por supuesto tampoco es momento de alzar todavía más la voz de aquellos que aprovechan el odio de unos para plasmar el suyo propio hacia cualquier otro ser humano.

El momento que sufrimos ahora es el más adecuado para alzar el puño por todas las personas que están invirtiendo todos sus esfuerzos y energías en tratar de paliar el dolor y el sufrimiento de aquellos que sienten como una losa de dolor y pánico se apodera de ellos. Es el momento de aplaudir y ensalzar a las personas que se desviven por las personas.

Es hora de valorar como es debido el trabajo de todos los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado por su esfuerzo.

Es momento de ensalzar la labor de los equipos sanitarios de emergencias que dan hasta la última gota de sus energías en la busqueda incansable del bienestar de las personas que sienten que lo han perdido todo de un mazazo.

Aunque esta vez el MOMENTO es el de todas esas personas anónimas que sin llevar un uniforme, sin estar preparados para estas situaciones (que realmente nadie lo está jamás) y quizás sin tener formación alguna sobre gestión ni intervención en situaciones de estas magnitudes hacen eso que no se aprende en ninguna aula: dar una mano, ofrecer un hombro y luchar por tratar de difuminar un torrente de lágrimas con un pequeño, aunque poderosísimo gesto.

Gracias a todas esas personas que sacan fuerzas de donde otros tan solo han dejado cenizas y vuelven a devolverle el color al mundo, una vez más.

Una más, aunque desgraciadamente promete no ser la última.

Por la vida.
Por las personas.
Unidos somos más fuertes y juntos, imparables.

Gracias por humanizar la vida incluso en estos momentos, aunque sin olvidar que el mundo sigue y estos actos deben estar presentes siempre.

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